martes, 14 de mayo de 2013

La autonomía histórica no ha servido para nada

Leímos, en su momento, en el famoso y finiquitado blog de El Caracol:

Así pues, cuando surgió la idea de construir Democracia Nacional, uno de sus impulsores, L.L., estableció la doctrina de la “autonomía histórica”: el nuevo movimiento partía con la voluntad de construir una opción nueva, sin tomar como modelos a los movimientos de los años 30, ni a ningún otro movimiento político. No se trataba solo de una opción táctica, de mero disimulo: sino de una opción ideológico basada en la constatación de que había que repensar completamente el movimiento.
La autonomía histórica no ha construído una opción política nueva. Simplemente, ha tomado el corpus ideológico del nacionalismo español y europeo, lo ha envasado en una estética soft y ha intentado venderlo como si de una marca blanca de cadena de supermercados se tratase.


Cuando un consumidor acude a su establecimiento a comprar un producto, siempre que sea posible, prefiere el auténtico y no la imitación, muchas veces defectuosa. En política sucede lo mismo. Nadie va a votar a un partido cuyos cuadros y militantes son una escisión de, por ejemplo, una de las Falanges por mucho que se presenten bajo un envoltorio que ha dejado en el armario el yugo y las flechas por una cuestión de marketing.

La prueba de que la autonomía histórica es un modelo equivocado la encontramos en que los partidos que siguen esta doctrina no han conseguido pescar en nuevos caladeros de votos ajenos al nacionalismo español. Simplemente, han dividido la fuerza electoral del nacionalismo hispano entre más candidaturas de las ya existentes. Y ahí queda todo. No hay ninguna aportación más.

Efectivamente, el modelo de la autonomía histórica ha tenido éxito en otros países como, por ejemplo, Francia o Italia. Sin embargo, ha de recordarse a los más despistados que España no es Francia y que aquello que funciona en un mercado puede fracasar estrepitosamente en otro.

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